Vieja ‘normalidad’ en seguridad vial
- Nicol Torres
- 7 jun 2021
- 4 Min. de lectura
Nos movemos menos para evitar muertes por covid-19, pero nos matamos más en choques y atropellos.

Las cifras del comienzo de año no son alentadoras. La recuperación de la actividad ha traído de vuelta muertos y heridos en las calles y carreteras del país. En enero y febrero de este año se reportaron 1.032 muertes viales, de acuerdo con datos del Observatorio Nacional de Seguridad Vial. Este número es 2,4 por ciento superior al de los mismos dos meses del año pasado (1.008 personas fallecidas), pero la actividad vehicular en 2021 fue 18 por ciento menor (según datos de Waze). Esto es muy grave y necesita acciones urgentes de autoridades nacionales y locales, de las empresas y de las personas. Es una responsabilidad compartida por todos. Nos movemos menos por cuenta de la pandemia para evitar muertes por covid-19, pero nos matamos más en choques y atropellos.
¿Qué puede explicar el incremento? Tal vez lo más grave es que tenemos más comportamientos riesgosos, como el exceso de velocidad. Con la menor ocupación vial, algunos conductores tienden a exceder la velocidad de forma más frecuente y como resultado tenemos choques más severos, con heridas graves y muertes. Allí, la acción de control es esencial, y para ello son muy importantes la presencia policial y las cámaras salvavidas. Se necesita más pie de fuerza de control, ya sean guardias civiles o miembros de la Policía Nacional, y seguir instalando equipos de fotodetección, que no se encuentran prohibidos (ver Cámaras salvavidas: ¿qué hacemos?).
También tenemos más motocicletas en las vías. En 2020 se matricularon 527.236 motos, 14 % menos que en 2019, pero aún es una cifra muy importante. Como referencia, en 2020 nacieron cerca de 615.000 niños y niñas, es decir, casi 9 motos por cada 10 nuevos colombianos. Las motos generan mejor acceso a sus usuarios por su agilidad y bajo costo, también son fuente de oportunidades laborales y de interacción social, pero son el vehículo de mayor riesgo vial. En 2020, las motos estuvieron involucradas en el 65 por ciento de las fatalidades, un total de 4.464 vidas perdidas (3.666 pilotos y pasajeros de moto, y 798 peatones y usuarios de otros vehículos en interacciones con motos). De allí que sea tan importante no solo promover comportamientos más seguros de los motociclistas, especialmente el respeto a los límites de velocidad, sino también exigir el uso de elementos de protección, especialmente cascos de buena calidad y bien abrochados; mejorar el licenciamiento de los motociclistas y contar con motos más seguras. Muy importante y oportuna la iniciativa de la Agencia Nacional de Seguridad Vial de exigir frenos ABS a las motos nuevas, lo cual podría redundar en una disminución superior al 23 por ciento en las fatalidades de motociclistas, una cifra no menor. Ojalá esta idea se consolide (aquí una petición).
Así mismo tenemos más usuarios de bicicleta. La encuesta virtual de Bogotá Cómo Vamos, por ejemplo, indica que el porcentaje de usuarios de bicicleta en la capital pasó de 8 a 16 por ciento. El número de ciclistas fallecidos en Colombia aumentó 4,6 por ciento, a pesar de la reducción de actividad por la pandemia en 2020. Muchos ciclistas necesitan adoptar comportamientos más seguros, pero también requieren respeto de los otros actores viales, especialmente conductores de vehículos pesados (buses y camiones) y de motos, que son los que les generan más riesgos. Y también requieren infraestructura segura, más allá de carriles temporales (que por cierto ya casi desaparecen en Bogotá ante el robo y deterioro de los maletines plásticos usados como demarcación provisional). Son positivas las acciones para pintar e instalar elementos de segregación más permanentes, a pesar del rechazo de algunos conductores de vehículo particular.
Para generar cada vez menores cifras de muertes viales, no solo es necesario reforzar en asuntos como bajar la velocidad, las motos y los ciclistas, también necesitamos que se consolide un plan de seguridad vial que no fracase como el del decenio pasado. Necesitamos infraestructura, vehículos y comportamientos más seguros y oportuna atención a las víctimas, en línea con la declaración del Segundo Decenio de Acción de las Naciones Unidas por la seguridad vial. La meta es reducir en 50 por ciento las muertes viales entre 2021 y 2030.
Es una acción conjunta del Poder Ejecutivo en el nivel nacional y local, del Congreso, del sector privado y de la sociedad civil, por ejemplo, en el tema de mejores estándares de seguridad vial vehicular. Hay reglamentos técnicos en proceso de actualización, vía reglamentaria (llantas, frenos, cinturones y anclajes), a cargo de la Agencia Nacional de Seguridad Vial; algunas iniciativas parlamentarias en el Congreso sobre temas críticos como los sistemas de retención infantil y el control electrónico de estabilidad, y está pendiente la presentación de un proyecto de ley, por parte del Ministerio de Transporte y la Cancillería, para que Colombia sea parte del Acuerdo de Naciones Unidas de 1958 sobre estándares de vehículos. Si avanzamos en este último punto, nuestro país puede ser el pionero en las Américas y dar un salto de 20 años, con un potencial de reducción de muertes viales del 20 por ciento (del orden de 1.400 personas al año, de acuerdo con un análisis del Banco Interamericano de Desarrollo). Esto es un tema de salud pública y de derechos humanos, como lo han indicado el Instituto de Salud Pública de la Universidad Javeriana, el Cider de la Universidad de los Andes y Dejusticia.
Necesitamos que las buenas iniciativas de las autoridades y los congresistas pasen del discurso a la acción: que existan mayores avances en la política pública y avances en la reglamentación de vehículos y en la atención a factores de riesgo vial. No podemos cada tanto repetir la frase inicial de esta columna: las cifras tienen que ir siempre a la baja y ojalá muy rápido. La vieja ‘normalidad’ de cerca de 7.000 muertes al año no es aceptable, de hecho, solo cero muertes viales son admisibles.
DARÍO HIDALGO
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